lunes, 24 de septiembre de 2012

La Selva Lacandona como poema de la vida...


El que no conoce la Selva Lacandona no es capaz de sollozar al oído la distancia. Ella es nuestra casa, que es la casa de todos; el pulmón de la vida para México y para el mundo. Es un mundo mágico en el que convergen la naturaleza y el amor a la vida. La selva Lacandona es un poema para la humanidad; una oportunidad para reflexionar el vasto deseo de vivir entre el recuerdo de los mayas, de los conquistadores y del agreste ambiente selvático. Ambiente que se sumerge entre el agua, el cántaro de los pájaros y las noches iluminadas por las luciérnagas. Eso es la Selva, eso es Chiapas.

La Selva Lacandona es uno de los ecosistemas más diversos del planeta; en su interior uno experimenta esa rara ambigüedad de sentirse un ser extraño en un santuario de la naturaleza y al mismo tiempo parte integral de un todo armónico. Aquí, lejos de la cotidianidad, se estimulan todos los sentidos: es posible percibir colores brillantes, disfrutar aromas exóticos y escuchar los sonidos estremecedores de los monos saraguatos que habitan en los árboles.1

La observación cuidadosa del entorno permite admirar las mil y una maneras en que los seres vivos se enfrentan al reto de la supervivencia: los enormes árboles que atrapan y funden la luz y el agua y crean sombra para los otros organismos; plantas como las lianas y enredaderas que los usan como soportes y entretejen su existencia a la de ellos en busca de luz; orquídeas de colores que estremecen al espíritu más frívolo y formas atrayentes para los insectos polinizadores; y bromelias que almacenan agua y se convierten en condominios aéreos para varias especies que todos los días hacen metamorfosis. 

En medio de tanta vida se regula el clima como modalidad social, se atenúa el impacto de las lágrimas de Dios con la lluvia sobre el suelo y se produce oxígeno y vida, en una actividad incesante de incontables microorganismos, plantas y animales que se dejan seducir por la cadena alimenticia.

Los árboles con grandes alturas tocan el paraíso, lo que los convierte en predominio incesante de poder o imperio natural en el paisaje. Aquí habitan también las ceibas, amates, guanacastles, el súchil, la caoba y el palo mulato, hijos todos de la tierra; la tierra que es la tierra, como la rosa “rosa” pero piedra.2 En muchos de ellos se observan los típicos contrafuertes que les permiten agarrarse al suelo. Permanece allí en las tardes de lluvia, dejando un solo instante el amor del sol, que viene de lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles.3

Pero en nuestra selva –la casa de ustedes- hay dos factores por los que todos los seres vivos compiten: la luz y el agua. Al lugar en que cae la semilla acude el agua: es el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco, por las ramas, el agua asciende al aire, como cuando te quedas viendo el cielo del medio día y tus ojos empiezan a evaporarse. Las plantas crecen de un día a otro. Es la tierra la que crece; se hace blanda, verde, flexible. El terrón enmohecido, la costra de los vicios árboles, se desprende, regresa. ¿Lo has visto?4 El verde oscuro brillante que domina el panorama es característico de las hojas que se extienden a veces más de un metro de longitud para atrapar la poca luz que dejan pasar las copas de los árboles o lo que llamamos el dosel de la selva. Muchas poseen extremos puntiagudos que favorecen el goteo de la humedad que recolectan, porque es la sombra del agua y el eco de un suspiro, rastro de una mirada…5

En el sotobosque, predominan las palmas, los helechos, diversas hierbas y plantas rastreras: es el sitio de la penumbra. Ahí llega sólo del 1 al 3% de la luz; alrededor de las cuatro de la tarde parece que ya es de noche. Esto crea un ambiente muy especial en el cual sobreviven organismos que han desarrollado ciertas estrategias para vivir entre el agua y las gotas de luz que llenaron ojos vacíos, y un cuerpo de hojas y alas se fue el rocío.6

La diversidad de animales es una rapsodia: colibríes dispersores de polen; mariposas, tucanes, loros y guacamayas que muestran vistosos coloridos; el águila arpía que hace presa de los monos araña, los saraguatos y los osos hormigueros; jaguares, ocelotes y tapires que sigilosamente recorren la selva; peces y aves acuáticas; numerosos insectos y reptiles, entre muchos otros.

La selva cuenta con una riqueza genética de gran importancia y puede ser fuente proveedora de fármacos, árboles maderables, semillas y aromas atrayentes que son parte de nuestra alimentación, como la vainilla. Es una vil fuente de vida.

Esto es la Selva. Un poema de amor para la vida que a lo largo de muchos años, nadie puede negar que es un refugio del misticismo de los mayas en Chiapas. Y es que la historia contemporánea de esta zona denominada Comunidad Lacandona, se podría situar a fines de los años 60, cuando las oleadas de migrantes choles y tzeltales continuaban penetrando hacia las zonas no pobladas aún. Así es como se tienen 27 asentamientos dispersos en los márgenes del río Usumacinta, Sto. Domingo y Lacanjá y 33 poblados en la zona de las Cañadas.

En esta hermosura natural, todos deberíamos pensar que nuestra voz suba a los montes y baje a la tierra y truene, porque eso piden nuestras gargantas desde ahora y desde siempre7, y lo seguirán pidiendo, para que desde las venas del Grijalva y el Usumacinta, se eleve nuestra plegaria para conmover al mundo globalizado de nuestra existencia. Ayudemos a que quede la libertad para todo pájaro que sin saber volar componga los sonidos del silencioso viento.8

          La selva es simbólica, porque los mayas han vivido desde siempre en un mundo sacralizado, opuesto al mundo profano. Los mayas buscan lo subjetivo, el misterio de las cosas, lo que no se ve pero que es lo real, es lo simbólico como la Selva. Todas sus relaciones con la naturaleza, trabajo, sexualidad tienen un sentido sagrado, incluso el hecho de alimentarse no es una cuestión puramente orgánica o "natural" sino sacra. Así, existían entre ellos alimentos y bebidas que son objetos simbólicos, sobre todo los relacionados con sus ceremonias. El balché, "vino sagrado" producto de la corteza de un árbol, y el saká, "pozol sagrado"; árbol y maíz, plantas sagradas, significan vida y fertilidad, eran y son utilizadas aún hoy en día en las ceremonias como ofrendas para pedir ayuda y dar gracias al Dios Chaak por la lluvia en la milpa y la protección de los animales.

Por eso le damos gracias a Dios, porque nos ha dado un verdadero paraíso natural que con el agua y el misterio, yace ahí, en espera de un mejor futuro para la sobrevivencia humana que nos permita vivir, vivir y morir. Nada es imaginación, todo está aquí, entre nosotros, entre ustedes, entre los que quieren y aman la vida misma como oportunidad de hacer lo que no hemos querido o deseado.

Esto es sagrado, porque lo sagrado –nos dice Mircea Eliade- es lo puesto aparte, lo separado de lo profano, "Lo sagrado se manifiesta siempre como una realidad de un orden totalmente diferente al de las realidades "naturales". Es la manifestación de algo "completamente diferente", de una realidad que no pertenece a nuestro mundo "natural", "profano", lo sagrado puede manifestarse en las piedras o en los árboles, y no se trata de la veneración de una piedra o de un árbol por sí mismos. La piedra sagrada, el árbol sagrado no son adorados en cuanto tales; lo son precisamente por el hecho de "mostrar" algo que ya no es piedra ni árbol, sino lo sagrado, como nuestra Selva que vale por sí misma para todos. ¡Oh hermosa selva!, no te hace falta ni un pétalo, ni un olor, ni una sombra. Colocada en tu alma, dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo, leche de luna en las oscuras hojas…9

La Selva es vuestra Selva. Verde y colorida que abraza el cosmos de una tierra prometida; la inspiración de una soledad en desesperanza y el gusto por el amor a la naturaleza. De ahí que Chiapas sea en el cosmos lo que una flor al viento… porque surgió inadvertida como un rezo de lluvia entre las hojas, tenue como la brisa, tierna como un suspiro, pero surgió tan onda, tan real, tan verdadera y tan eterna como el dolor, que desde siempre riega su trágica semilla por el mundo, desde entonces, Chiapas es en el cosmos lo que una flor al viento…10

La Selva ya no calla; su voz, que es vuestra voz, tocó las puertas del mundo y del cielo…para todos la luz, para todos todo.11 Sabemos que esa luz no se negocia porque es un acto de conciencia que nos permite vivir en medio de una cosmogonía que pareciera se traslapa con la cultura moderna, esa que a veces no reconoce su propia identidad. Pero aquí estamos, valorando lo que merecemos como cultura que llama y grita en este invisible universo, lleno de llanuras, almas perdidas y un antepasado vivo que nos conduce todos los días a la felicidad de una verdad que no se compara con nada: vuestra verdadera identidad, porque os de saber que  Chiapas no solo es el insomnio de la selva besando la palabra de los vientos y el río llorando epopeyas en el torrente de las horas viejas, porque percibimos en ella una sed insaciable de nuevos horizontes, un ansia inconfesada de compartir su vieja voz de arrullo, su triste voz, triste como la imagen del indio clavada entre la cruz de sus caminos.12

 22 de febrero de 2007.

Desde las soledades del sureste mexicano.

 

1 Martínez, Fernández Alfredo, Caminata por las lagunas de la meseta “El Ocotal”, México desconocido on line. Vid. www.terra.com.mx.
2 Sabines, Jaime, poema “Uno es el hombre”.
3 Ibidem, poema “Adán y Eva".
4 Idem.
5 Ibidem, poema “Es la sombra del agua”
6 Idem.
7 Pasalcor, Pablo, “De cuando los cerros sudan témpanos de fuego.”
8 Idem.
9 Sabines, Jaime, poema “Te quiero porque tienes…”
10 Cancino Casahonda, Enoch, poema “Canto a Chiapas”
11 Subcomandante Marcos, Declaración de la selva lacandona.
 
12 Cancino Casahonda, op. cit.

 
 

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