El
que no conoce la Selva
Lacandona no es capaz de sollozar al oído la distancia. Ella
es nuestra casa, que es la casa de todos; el pulmón de la vida para México y
para el mundo. Es un mundo mágico en el que convergen la naturaleza y el amor a
la vida. La selva Lacandona es un poema para la humanidad; una oportunidad para
reflexionar el vasto deseo de vivir entre el recuerdo de los mayas, de los conquistadores y
del agreste ambiente selvático. Ambiente que se sumerge entre el agua, el
cántaro de los pájaros y las noches iluminadas por las luciérnagas. Eso es la Selva , eso es Chiapas.
La observación cuidadosa
del entorno permite admirar las mil y una maneras en que los seres vivos se
enfrentan al reto de la supervivencia: los enormes árboles que atrapan y funden
la luz y el agua y crean sombra para los otros organismos; plantas como las
lianas y enredaderas que los usan como soportes y entretejen su existencia a la
de ellos en busca de luz; orquídeas de colores que estremecen al espíritu más
frívolo y formas atrayentes para los insectos polinizadores; y bromelias que
almacenan agua y se convierten en condominios aéreos para varias especies que
todos los días hacen metamorfosis.
En medio de tanta vida se
regula el clima como modalidad social, se atenúa el impacto de las lágrimas de
Dios con la lluvia sobre el suelo y se produce oxígeno y vida, en una actividad
incesante de incontables microorganismos, plantas y animales que se dejan
seducir por la cadena alimenticia.
Los árboles con grandes alturas tocan
el paraíso, lo que los convierte en predominio incesante de poder o imperio
natural en el paisaje. Aquí habitan también las ceibas, amates, guanacastles,
el súchil, la caoba y el palo mulato, hijos todos de la tierra; la tierra que es la tierra, como la rosa “rosa”
pero piedra.2
En muchos de ellos se observan los típicos contrafuertes que les permiten
agarrarse al suelo. Permanece allí en las tardes de lluvia, dejando un solo
instante el amor del sol, que viene de
lejos hacia nosotros y empiezan a galopar los árboles.3
Pero en nuestra selva –la
casa de ustedes- hay dos factores por los que todos los seres vivos compiten:
la luz y el agua. Al lugar en que cae la
semilla acude el agua: es el agua la que germina, sube al sol. Por el tronco,
por las ramas, el agua asciende al aire, como cuando te quedas viendo el cielo
del medio día y tus ojos empiezan a evaporarse. Las plantas crecen de un día a
otro. Es la tierra la que crece; se hace blanda, verde, flexible. El terrón
enmohecido, la costra de los vicios árboles, se desprende, regresa. ¿Lo has
visto?4
El verde oscuro brillante que domina el panorama es característico de las
hojas que se extienden a veces más de un metro de longitud para atrapar la poca
luz que dejan pasar las copas de los árboles o lo que llamamos el dosel de la
selva. Muchas poseen extremos puntiagudos que favorecen el goteo de la humedad
que recolectan, porque es la sombra del
agua y el eco de un suspiro, rastro de una mirada…5
En el sotobosque,
predominan las palmas, los helechos, diversas hierbas y plantas rastreras: es
el sitio de la penumbra. Ahí llega sólo del 1 al 3% de la luz; alrededor de las
cuatro de la tarde parece que ya es de noche. Esto crea un ambiente muy
especial en el cual sobreviven organismos que han desarrollado ciertas
estrategias para vivir entre el agua y las
gotas de luz que llenaron ojos vacíos, y un cuerpo de hojas y alas se fue el
rocío.6
La diversidad de animales
es una rapsodia: colibríes dispersores de polen; mariposas, tucanes, loros y
guacamayas que muestran vistosos coloridos; el águila arpía que hace presa de
los monos araña, los saraguatos y los osos hormigueros; jaguares, ocelotes y
tapires que sigilosamente recorren la selva; peces y aves acuáticas; numerosos
insectos y reptiles, entre muchos otros.
La selva cuenta con una
riqueza genética de gran importancia y puede ser fuente proveedora de fármacos,
árboles maderables, semillas y aromas atrayentes que son parte de nuestra
alimentación, como la vainilla. Es una vil fuente de vida.
Esto es la
Selva. Un poema de amor para la vida que a
lo largo de muchos años, nadie puede negar que es un refugio del misticismo de
los mayas en Chiapas. Y es que la historia contemporánea de esta zona
denominada Comunidad Lacandona, se podría situar a fines de los años 60, cuando
las oleadas de migrantes choles y tzeltales continuaban penetrando hacia las
zonas no pobladas aún. Así es como se tienen 27 asentamientos dispersos en los
márgenes del río Usumacinta, Sto. Domingo y Lacanjá y 33 poblados en la zona de
las Cañadas.
En esta hermosura natural,
todos deberíamos pensar que nuestra voz
suba a los montes y baje a la tierra y truene, porque eso piden nuestras
gargantas desde ahora y desde siempre7, y lo seguirán pidiendo,
para que desde las venas del Grijalva y el Usumacinta, se eleve nuestra
plegaria para conmover al mundo globalizado de nuestra existencia. Ayudemos a que quede la libertad para todo pájaro que
sin saber volar componga los sonidos del silencioso viento.8
Por eso le damos gracias a
Dios, porque nos ha dado un verdadero paraíso natural que con el agua y el
misterio, yace ahí, en espera de un mejor futuro para la sobrevivencia humana que
nos permita vivir, vivir y morir. Nada es imaginación, todo está aquí, entre
nosotros, entre ustedes, entre los que quieren y aman la vida misma como
oportunidad de hacer lo que no hemos querido o deseado.
Esto es sagrado, porque lo
sagrado –nos dice Mircea Eliade- es lo puesto aparte, lo separado de lo
profano, "Lo sagrado se manifiesta siempre como una realidad de un orden
totalmente diferente al de las realidades "naturales". Es la
manifestación de algo "completamente diferente", de una realidad que
no pertenece a nuestro mundo "natural", "profano", lo
sagrado puede manifestarse en las piedras o en los árboles, y no se trata de la
veneración de una piedra o de un árbol por sí mismos. La piedra sagrada, el
árbol sagrado no son adorados en cuanto tales; lo son precisamente por el hecho
de "mostrar" algo que ya no es piedra ni árbol, sino lo sagrado, como
nuestra Selva que vale por sí misma para todos. ¡Oh hermosa selva!, no te hace falta ni un pétalo, ni un olor,
ni una sombra. Colocada en tu alma, dispuesta a ser rocío en la yerba del
mundo, leche de luna en las oscuras hojas…9
La Selva es vuestra Selva.
Verde y colorida que abraza el cosmos de una tierra prometida; la inspiración
de una soledad en desesperanza y el gusto por el amor a la naturaleza. De ahí
que Chiapas sea en el cosmos lo que una flor al viento… porque surgió inadvertida como un rezo de lluvia entre las hojas, tenue
como la brisa, tierna como un suspiro, pero surgió tan onda, tan real, tan
verdadera y tan eterna como el dolor, que desde siempre riega su trágica
semilla por el mundo, desde entonces, Chiapas es en el cosmos lo que una flor
al viento…10
La Selva ya no calla; su
voz, que es vuestra voz, tocó las puertas del mundo y del cielo…para todos la luz, para todos todo.11
Sabemos que esa luz no se negocia porque es un acto de conciencia que nos
permite vivir en medio de una cosmogonía que pareciera se traslapa con la
cultura moderna, esa que a veces no reconoce su propia identidad. Pero aquí
estamos, valorando lo que merecemos como cultura que llama y grita en este
invisible universo, lleno de llanuras, almas perdidas y un antepasado vivo que
nos conduce todos los días a la felicidad de una verdad que no se compara con
nada: vuestra verdadera identidad, porque
os de saber que Chiapas no solo es el insomnio de la selva besando la palabra de los
vientos y el río llorando epopeyas en el torrente de las horas viejas, porque
percibimos en ella una sed insaciable de nuevos horizontes, un ansia
inconfesada de compartir su vieja voz de arrullo, su triste voz, triste como la
imagen del indio clavada entre la cruz de sus caminos.12
Desde las soledades del sureste
mexicano.
1 Martínez,
Fernández Alfredo, Caminata por las
lagunas de la meseta “El Ocotal”, México desconocido on line. Vid. www.terra.com.mx.
2
Sabines, Jaime, poema “Uno es el
hombre”.
3
Ibidem, poema “Adán y Eva".
4
Idem.
5
Ibidem, poema “Es la sombra del agua”
6
Idem.
7 Pasalcor,
Pablo, “De cuando los cerros sudan
témpanos de fuego.”
8
Idem.
9 Sabines,
Jaime, poema “Te quiero porque tienes…”
10 Cancino Casahonda, Enoch, poema “Canto a Chiapas”
11 Subcomandante
Marcos, Declaración de la selva lacandona.
12
Cancino Casahonda, op. cit.
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