viernes, 24 de junio de 2011

Y el "manguito" se secó...


“Ante el aire se conmovía y siempre se convirtió en un objeto de reflexión. “

Muchas han sido las generaciones que lo vieron crecer, florecer y, hoy en día, secarse en plena agonía. Pijijiapan ha sido caracterizado por este atributo natural que a lo largo de los años permitió la identificación de un lugar poco común, como lo es el Manguito. ¡Sí!, se trata de un insignificante árbol que logró crear el enigmático centro de la ciudad, cuando realmente lo era el parque Miguel Hidalgo.
Quién sabe quién lo sembró; no sabemos si fue un “garrotero” de esos que iban en el tren, o bien si alguien actualmente se adjudica la hazaña, habría que preguntarle a Arturo Sibaja Carbott. El árbol al parecer, en aquellos tiempos atrajo la ciudad hacia el sur, al grado que ha sido pretexto para masturbarse un rato con la mente y escribirle cuando menos, un pequeño ensayo como éste, o bien, una poesía como lo hizo el Dr. Humberto Mayo Ángel -Digo, del único que sé que le escribió-.
Cuando uno llega a Pijijiapan, es decir, cuando alguien llega sin conocer la ciudad, existe una idea, una identificación poco usual de las calles.  
Aquí las direcciones como una avenida o el barrio “fulano” de tal, son poco comunes en el lenguaje logístico de la búsqueda de lugares. O sea, es más fácil ubicar la mente en el “Manguito”, y desplazarse automáticamente hacia los demás. Es como el ombligo de la luna de los aztecas, que en este caso, es el ombligo de los pijijis -Claro, también de zanates, pájaros y teporochos-.
Todos lamentan el acontecimiento de que ese árbol se haya secado ante la intolerancia del tiempo y la ayuda de nosotros.  Sin embargo, la sola percepción de los problemas es una enfermedad llamada comodidad; donde todos vemos y hablamos, pero sin ponernos de pie y actuar.
Es cierto que los tiempos de hoy son tiempos de cambio. Sí, como no. Pero de eso, a que veamos cómo se secó el Manguito, me da la impresión de que las nuevas generaciones estuvimos más preocupadas por otras cosas, que por aquello que en su momento significó una ayuda que ni la ciencia ni la tecnología brindaron.

Nos hemos independizado de la cultura, al grado que nadie fomenta los círculos de lectura o las conferencias. Tal vez algunos prefieren encerrarse a ensayar el juego de la “caguama”, que encerrarse a leer unos libros.
Entonces tenemos dos grandes problemas: primero, el Manguito se secó ante los ojos de todos, implorando perdón o qué se yo, pero se secó, así esté rodeado de oro por su vecino el joyero; segundo: la omisión flagrante de quienes somos las nuevas generaciones por permitir que así sucediera.
Lo mínimo que pudiéramos hacer, a parte de haber sembrado otro árbol que también se secó, es realizar año con año, un concurso de canto, música, poesía, dibujo, etc., en honor a ese simple árbol que para nuestros abuelos, les aseguro, significó mucho más que un tronco de madera con hojas secas que  es lo que nos queda.
De cualquier forma, hoy sembramos la esperanza de cuando menos, seguir con la tradición y cultura de que en esta esquina y de peso completo va a  estar siempre el manguito.
Por eso, esperamos que el transcurso del tiempo no vaya a ser pretexto para desconocer un atributo natural y cultural, que sin duda, ha distinguido la identidad de los pijijijapecos. A propósito de los que se destapan en Pijijiapan, habría que preguntarles cuál es su propuesta cultural…


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