Ponencia presentada ante el Nuncio Apostólico Mons. Christophe Pierre, representante del Vaticano en México. 26 de marzo de 2011.
Guillermo Nieto Arreola¨
Hablar de la responsabilidad de los ciudadanos católicos frente a los problemas de la educación, conlleva una responsabilidad mayor, en el contexto de un agotamiento serio tanto del propio modelo educativo como del concepto de ciudadanía. Para poder ubicar estos fenómenos, es importante plantear un problema general que nos ayude a delimitar el tema que hoy vamos a discutir. De esta forma, la necesidad de que los ciudadanos asuman otra actitud como requisito sine qua non para la democracia, implica reconocer que estamos siendo testigos inermes y pasivos frente a:
a) La ausencia de una política educativa con valores,
b) La existencia del control corporativo y la centralización sindical,
c) La falta de transparencia y rendición de cuentas en el manejo de los recursos destinados a la educación,
d) El incumplimiento de México en materia educativa ante las recomendaciones de los organismos internacionales como la OCDE, y
e) La ausencia de una ciudadanía comprometida con su tiempo, que ejerza sus virtudes cívicas frente a los problemas que rodean a la educación.
Frente a estos problemas, el único camino que nos queda como ciudadanos responsables para la acción, es motivar una reorientación cultural fundamental que impacte en las formas y en los modos de abordar los problemas educativos, desde la más alta esfera del poder, hasta el más humilde profesor en el aula.
En un estado que aspira a ser democrático, una educación sin ciudadanía sería como el Ágora griega sin filósofos, por lo que no puede explicarse sociedad alguna, sin una educación para la ciudadanía que inculque nuevos paradigmas de pensamiento para mejorar el actuar de los individuos.
Más allá del reconocimiento pleno de lo que ocurre en México al día de hoy, el problema se torna más complejo todavía en cuanto a la búsqueda de ciudadanos comprometidos. De esta manera, se requiere de una ciudadanía en serio, alejada de dogmatismos nihilistas o escépticos; se requiere de neociudadanos responsables, vigilantes y activos.
Sin embargo, también debemos reconocer que el panorama no es muy alentador. El año pasado la UNAM llevó a cabo unos estudios de demoscopía en la sociedad mexicana, en la que Chiapas estuvo considerado, como parte de la medición de percepción ciudadana y lectura de la encuesta mundial sobre cultura cívica, relacionada al tema de la participación ciudadana.
Algunos datos son interesantes: por ejemplo, ante la pregunta de las actividades que realizan los ciudadanos chiapanecos en sus ratos libres:
· 50% pasatiempos
· 2.3% realizaría alguna actividad para mejorar su nivel de vida
· 1.1% realizaría alguna actividad de interés público.
Posteriormente se le preguntó que si tuviera más tiempo libre, qué haría:
· 17% se iría de paseo
· 12% haría ejercicio
· 10% se inscribiría en un curso
· 0.7 % Haría una labor altruista
Por si fuera poco, respecto a su percepción como ciudadano, se le preguntó al chiapaneco a quien admira:
· 17% figuras del deporte y el entretenimiento
· 23% familia
· 5% alguna figura religiosa
· 4% algún político
· 0.1% a quienes realizan labores de filantropía
Respecto a los problemas del país, cuáles considera son los más importantes:
· 25% económico
· 23% desempleo
· 23% inseguridad
· 2% corrupción
· 1% educación
Como podemos darnos cuenta, son pocos quienes consideran que los problemas educativos son realmente una preocupación, lo que incluso ha sido tema sugerido a cargo de organismos internacionales como la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), que ha recomendado a México temas de índole económica y laboral para la población.
Sin embargo, el económico no ha sido el único rubro en el que nuestro país ha sido alertado para incentivar su desarrollo, ya que desde el año 2007 la OCDE ha advertido la necesidad del mejoramiento del sistema educativo. Entre las recomendaciones destacan que se debe establecer un compromiso nacional para la reforma del sistema educativo mexicano; fijar con absoluta claridad los estándares esperados en áreas clave, como alfabetización, matemáticas y tecnología de la información, que se requieren de los estudiantes en cada nivel del sistema, incluido el nivel superior.
El organismo internacional ha propuesto alinear la currícula a estas tres áreas y desarrollar materiales prácticos de alta calidad para apoyar la labor de los maestros. Asimismo, sugiere desarrollar estrategias de evaluación basadas en los estándares establecidos que proporcionen en forma regular información diagnóstica para evaluación formativa y monitoreo, es decir, seguimiento de ejecución de programas.
Probablemente el punto más sensible fue el relativo a generar una inversión significativa para incrementar la calidad de los maestros, implementando medidas inmediatas para mejorar la calidad de liderazgo en las escuelas y en los diferentes niveles del sistema educativo, sin soslayar los mecanismos de evaluación, pues recordemos que gran parte de los fracasos en el sistema educativo ha sido el gran número de deserciones que han presentado los estudiantes y aquellos que no aprueban exámenes de conocimientos generales, por lo que la OCDE sugirió intervenir positivamente en escuelas y áreas que tienen los mayores retos y apoyar a los estudiantes en alto riesgo de perder su matrícula o de desertar de las aulas.
Todo esto no será posible, si la ciudadanía no se involucra en lograr y evaluar objetivos en forma transparente, de tal forma que la ciudadanía se convierta en el principal instrumento de atención y vigilancia a los problemas y las acciones que se generan en torno al fenómeno educativo. Necesitamos de un ciudadano vigilante, que esté atento a los asuntos públicos que le son prioritarios en su vida diaria. El "ciudadano vigilante", es el que está atento a las políticas del gobierno, porque encarna la corresponsabilidad ciudadana y el empoderamiento del pueblo con sus autoridades.
El ciudadano católico no puede perder de vista, que el poder no llega de ningún lugar; el poder está en cada persona; en su activismo, en participar y sentirse comprometido con los suyos, con su país, con la nación, con Chiapas. El empoderamiento ciudadano es estricto sentido, es la gente comprometida que quiere cambiar las cosas y no meras ideas circunscritas a un deseo o una acción cívica con la mira puesta en la fama o en establecer un protagonismo.
Quizás la mayor motivación para asumir nuevas conciencias ciudadanas, es pensar cada día que los recursos del Estado destinados a la educación son la suma de nuestros impuestos; es recordar que cuando se habla de educación, se habla del presente y futuro de nuestras familias; es no olvidar que la nación que goce de mayor conocimiento en el siglo XXI, será una nación próspera que construirá sin mayor problema día con día un mejor nivel de vida.
Hablar pues de una educación integral y de calidad para todos, supone la interacción ciudadana en niveles decisivos para la vida pública en donde la educación sea la ocupación transcendental que también construya ciudadanos para el futuro y para un presente responsable. La educación está al servicio de la cultura como la máxima para el desarrollo social y humano, porque no puede perderse de vista que la educación produce cultura y la cultura tiene siempre una proyección educativa.
En la medida en que existan neociudadanos que vigilen y participen activamente en los procesos de preparación, desarrollo y evaluación de programas educativos, así como en temas de priorización y rendición de cuentas, será en la medida en que construyamos mejores cimientos ciudadanos para mejorar la educación en México y en Chiapas. No sólo bastan mayores recursos e infraestructura, se requiere también buenos ciudadanos que nutran el debate y la consolidación de las políticas públicas en torno a este problema.
Los católicos han demostrado en su experiencia propia, que la educación con un alto compromiso no sólo espiritual sino acorde a los nuevos tiempos, son un buen instrumento de formación y desarrollo humano que ha marcado las diferencias entre una generación y otra. Bajo esta visión, debe reconocerse la labor de los maestros y maestras de extraordinaria calidad humana que en los distintos centros educativos públicos y privados, están engrandeciendo el alma de los niños y jóvenes mexicanos, no sólo por los conocimientos que imparten, sino por el ejemplo de vida con que forjan la conciencia de las nuevas generaciones, dando así la mejor cara como un ciudadano católico comprometido con el desarrollo del país.
Algunas alternativas para que los ciudadanos se involucren en los problemas educativos, son promover la creación de observatorios ciudadanos, comunidades, consejos o tribunales de opinión que reflejen el nuevo sentir de un país y de un Estado en vías de desarrollo. Esto es importante, porque si una sociedad fortalece y diseña espacios de participación, fundados en un aspecto ético del comportamiento de sus miembros, es decir, fomenta acciones a favor de la democracia, de la vida, de la educación integral de las personas, tal sociedad crece y se consolida basada en las potencialidades de quienes la conforman.
Por el contrario, si las estructuras sociales fortalecen conductas negativas, destructivas o neófitas, dichas acciones pondrán en riesgo y limitarán las potencialidades innatas del ser humano como agente de socialización. Por esta razón, es importante que las sociedades conserven, fortalezcan y desarrollen tendencias éticas entre sus miembros, que trasciendan en la cosa pública, de tal manera que la educación sea una prioridad mayor con la que aspiremos a un desarrollo humano integral, pues como decía Platón: sin educación no se es nada, ni se llega a ningún lado.
Si queremos consolidarnos como seres humanos positivos, amantes de la vida y ciudadanos comprometidos, es necesario que la familia, la escuela, el Estado y la sociedad en general, realicen su mejor esfuerzo para el desarrollo de valores éticos que sumados en el actuar, construyan un país justo, próspero y solidario, capaz de enfrentar los embates de la desigualdad económica y política.
Tenemos que pensar en nuestras generaciones, porque como bien señala John Rawls “una sociedad justa es aquella en la que todos sus miembros pueden acceder a un mejor desarrollo personal en igualdad de condiciones”; esto no será posible, si la ciudadana no se involucra en la solución de los problemas educativos. Ese es nuestro mayor reto, hacer de la educación, un pilar fundamental para el desarrollo de nuestra nación; como lo dijo Montesquieu: el principio de la democracia no sólo es la virtud, sino también la conciencia del compromiso. Con educación todo, sin educación nada.
Muchas gracias.
¨ Doctor en Derecho público. Miembro del consejo coordinador de laicos en el Estado de Chiapas. Autor de cuatro libros sobre derecho, política, docencia y filosofía.
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